miércoles, abril 09, 2008

Apertura

Llegué tarde, como no podía ser de otra manera. Tarde para la película, no para la fiesta. Para la fiesta llegué temprano, como no podía ser de otra manera. Con lo poco que puedo enfrentarme al qué tal tanto tiempo en qué andás, llego a todos los lugares en ese tiempo en el que no se llama la atención: un momento indefinido en que la mayoría ya está enganchada con alguien como para no prestar tanta atención a quien llega. Antes te preguntaban cómo andabas, ahora en qué. Soy consciente de mi edad, pero no me parece mal: creo que el en qué andás es más apropiado, o habla mejor de cómo andás que el cómo andás, una pregunta que todos sabemos formal y que por eso vamos a contestar en consecuencia. Una forma de que ellas, las más jóvenes que todavía están en la edad de que lo único que las pone contentas es verte caer, puedan saber cuánta es la competencia que todavía tienen para quedarse con todo. O con la mejor parte. Hay una edad en que esa fantasía es una ilusión, otra en la que es un engaño. Tal vez por eso me cuesta tanto ir a esos lugares. Tal vez le cuesta a todas y no me doy cuenta. La de apertura del Bafici fue una fiesta Pro. Creo que fui a todos los Bafici, y fui a todas las fiestas de apertura de los Bafici a los que fui, y ninguna se pareció más que a su jefe de gobierno que ésta. Yo creo que fue porque Macri es lo que dice, no es como Telerman o Ibarra, que hay que andar decodificándolos. Menos como De La Rúa, que parecía marciano. Macri es así de pulcro y de chato, tan fino como insulso. Y esa fue la fiesta apertura Bafici, que casi no tuvo música, y menos baile. Se me ocurre el chiste fácil de que no había lugar para sillas de ruedas, porque todos sabemos que la baila es Michetti y no Macri. Había chicos lindos y chicos nuevos; también lindos. Y había otros que ya se pusieron feos. Y otros no fueron, por eso de que es el festival de Macri. Yo me sentí linda y mirada. No tan deseada. Pero ahí no había deseo. Menos mística, claro, que es algo de los progres, fachos o no según un señor que supo ser director del festival en cuestión, y antes de serlo asistía consuetudinariamente a las fiestas de apertura y de cierre, y ahora aduce que está viejo. Eso lo aduce su mujer, pero él se pliega. Ella busca nuestra complicidad para que entendamos que a las mujeres nos cuesta ser segundas en un evento, que siempre nos costó pero ahora que vamos ganando protagonismo nos cuesta más, y más nos cuesta si al lado tenemos un tipo con séquito propio, que a su manera sabe que escucharlo más que fascinación por aprender, en algún momento puede propinarles algún beneficio algo más prosaico. No aduce lo mismo, lo de la vejez, para sus exabruptos (por ser generosas y no acusar achaques seniles). Pero ahora que escribo con estas palabras yo también me siento vieja. Y más vieja me siento cuando recuerdo que alguna vez seguí al señor Q. Por suerte no lo hice como perrita faldera. Ahora tiene un montón. También perritos. Debe ser otro signo de la edad: de joven buscás pares, de viejo, fieles. De mí hay poco que decir. Tal vez sólo baste con que dormí sola, aunque me alcanzaron a casa. La novedad es que no quiso bajar. La edad se me empieza a notar: no hay cosmético para su símbolo más evidente, la desesperación.

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