miércoles, enero 23, 2008

Cuando sea grande

Cuando sea grande prometo no dejarme llevar por un él, como me dejé llevar hasta ahora. Y prometo que no buscaré más a alguien distinto a papá: sería inútil hacerlo, de una u otra manera, me encontraré con alguien como él, siempre tan difícil de asir, no por escurridizo, sino por impenetrable. Dije alguna vez que envidiaba a Lola por su padre, que le había dicho a su madre, al nacer ella, que ahora había una mujer más importante en su vida.
Durante años me la pasé buscando entrar en mi padre. Pero son los varones los que penetran, no las nenas. Así que no pude. Llegué a la conclusión, ilusoria, como todas las biografías que escribimos de nuestros padres, que algo en la vida le había pasado como para cerrarse de esa manera. Nunca hubo tal cosa, pero siempre es lindo que papi sea bueno y se parezca bastante a lo que nosotras imaginamos de él pero la bruja esa de mamá no lo deja demostrarlo.
Los hombres que me tocaron en buena medida se los debo. Así, como él se dejaba tocar por mi mamá, más o menos pude tocarlos a ellos. Y así, como ella lloró desolada pero sin lágrimas su podrido matrimonio, o el fin de la ilusión sobra la que se había construido, que es lo mismo, así yo lloré mis equivocaciones mayúsculas. La diferencia fue más bien formal: lo mío fue un mar de lágrimas, porque me prometí que cuando fuera grande lloraría, no le llevaría el apunte a lo que decía él, que eso me humillaba ante un varón. Me costó mucho darme cuenta de que sólo lo decía para protegerse a sí mismo de un potencial llanto de mamá: no lo habría soportado.
Nunca le interesaron mayormente mis varones. Y ellos se desvivieron por conocerlo, hacerse compadres, entablar un diálogo, algo que los hiciera sentir que valían.
Así que ahora, si cuando sea grande me toca uno igual a papá, no me preocupará. Disfrutaré de su compañía conciente de que nunca lo podré penetrar.

martes, enero 15, 2008

No estoy sola

Me acompaña el gran Moriarty, a esta altura un incondicional. Y un dolor de muelas espectacular, como siempre son los dolores de muelas. Menos, me acompaña la soledad de conocidas y amigas, a las que todavía no me animo a contarles de Lucy, aunque a veces creo que les hará muy bien. Orgullo idiota que le dicen (casi lo mismo, aunque no creo que lo sea, alguna vez el orgullo me sirvió para algo), la cosa es que frente a ellas me presento más entera que la que a las noches se duerme sola, pensar en el horizonte de soledad que la espera, temerosa de engancharse con el primer Moriarty (aunque no seas de esos) que encuentre revoloteándola alrededor, horrorizada por la indefectible caída de carnes, y aún más por recurrir al lugar común de la cirugía para sostener una ilusión insostenible, que es mucho peor que el paso del tiempo: la imposibilidad de mantenerse más o menos fresca para que alguien disponga de su mi cuerpo noche y día todos los días, o al menos un día antes que la desesperación por su falta de atractivo vuelva a sumirme en ésta, mi más absoluta decepción. Nunca las cosas son igual a las imaginadas. Pero yo nunca había llegado a imaginar esta instancia, si bien mi soledad fue más bien una constante que una excepción, el señor había conseguido sacarme esa idea de la cabeza, hacérmela olvidar por un buen rato, volver a creer que aquello que deseamos es posible. Incluso antes de él lo creía. Pero sin juventud eso es difícil, más que quimera, una vil ilusión para mantenerme en pié, irradiando la ilusión de que todavía es posible. Será psoible otra cosas, una compañía, como dijo el señor alguna vez, pero lo otro, lo que te hace ilusionar con lo lindo que es vivir y gozar de lo loca, eso ya fue. Y esa, me parece, es la sensación que tiñe el ánimo de todas mis amigas. Ahora el mío. Ya no estoy sola. 

martes, enero 08, 2008

Breeders

Me enteré que van a sacar nuevo disco en abril, y me las puse a escuchar. Son maravillosas, y más ahora que entiendo un poquito más las letras porque me puse a estudiar inglés de nuevo. Con el calor insoportable que hace en Buenos Aires hubiera venido bien quedarse en la costa, pero no sólo está todo insoportablemente caro para una madre argentina que lucha por mantener a sus hijos (y mantenerse en forma para que los chongos, como se populuarizó ahora, le den bola, y algún día, alguno de ellos, como mínimo, que no sea despreciable, esté dispuesto a despertarse junto a ella en su cama), sino también porque su idea, la idea de la costa argentina en verano, está insoportable. 
Por qué? En principio quisiera creer, como me dijo hace un tiempo Moriarty (que no sé por qué no aparece más, seguramente otro hombre, o simplemente ser interesado que cansé), la lucidez me puede. Pero después me doy cuenta de que no soy tan genia como creo casi siempre, y que mi aislamiento es producto de mi propia insanía antes que de alguna confubulación cósmica, cuando no de una falta de adaptación a los tiempos. Seguro que no soy insana, pero no tomo ninguna pastillita para dormir, ni para despertarme, ni para ir a trabajar, así que a veces creo que lo soy, especialmente cuando charlo con mis amigas casadas, un Farmacity caminando, como dice mi amigo gay (todas tenemos un par de amigos gays), que aunque no lo sean lo parecen, porque si no tienen el Rivotril a mano parecen que desfallecen apenas pisan la puerta de calle.
El asunto que la costa está insoportable. Lo argentino está insoportable. Al menos yo no lo soporto. Menos ahora que me escribió un chongo brasileño, quizás pueda tener la opción de cambiar la argentinidad al palo por otra nacionalidad. Al menos por un ratito, para extrañar un poco ésta y que no me afecte tanto. Mientras, sigo escuchando a las Breeders.