sábado, noviembre 22, 2008

Lágrimas

Creo que Lucy murió con la última lágrima que derramé por el Señor. Aunque si tengo que ser del todo sincera y entonces admitir mi contradicción, tendría que Lucy murió con la nueva sonrisa que en mí instaló él, quien no precisa ser Señor para hacerme sentir que perdí un montón de tiempo con el Señor, esperando algo que nunca sería. Más todavía: que supe más de una vez que nunca sería y por esa cosa tan puta de una que cree que todo lo puede o que por lo menos puede comprobar aquello que vio y que la realidad le niega que existe, una y otra vez, llamándola a la humildad, al reconocimiento de la derrota.
Chico nuevo, como decía una amiga, una amiga benjamín debería decir en honor a ella tan porfiada todavía en poder todo eso que ninguna de nosotras pudo y probablemente no podrá, no necesita del él con mayúsculas, siente que es mi huesito por más que esa palabra no esté en mi vocabulario aprendido en el seno de una pareja que no recuerdo que se haya trata de mi amor, y forjado al lado de un tipo que sólo demostraba sus sentimientos ante la desesperación del pérdida, del abandono, y nunca en el cotidiano levantarse, cuando una mirada, al igual que aquella palabra que atribuíamos de chicas a dios, bastaba para sanarnos, despejar todas las dudas que continuamente nos asaltan vaya una a saber si porque el mundo es puto, porque una es puta o por la puta madre que nos remil parió.