martes, noviembre 27, 2007

Película

Gracias Lola por Joan Jett. Un descrubrimiento, como el que aquí festeja Gantman. Es extraño esto de agradecer a gente que nunca vi personalmente y que sin embargo últimamente me aporta más que cualquiera de los cercanos. Y encima los cercanos aparecen como equívocos de los años pasados. Su cercanía, claro. ¿Cómo se llega a eso? ¿Cómo una persona a la que le dimos todo y con la cual desplegamos todo el arsenal posible que alguien pueda desplegar para demostrar que somos confiables, puedan seguir tratándonos como que no lo somos, que mansillaremos su honor o el de lo hijos que tuvimos? Cómo puede seguir accionando sobre esa parte de mí que sabe que tiene que accionar para hacerme sentir mal, culpable, responsable, mal hablada, irascible, como si viviera acompañada de una mestruación eterna, como me dijo que me veía un amigo, un amigo más grande que siempre me quiso coger y al que siempre dije que no porque quiero seguir teniendo como amigo, y del que me alejé varios años precisamente para que ése que después de todo el arsenal desplegado sigue poniéndome en duda, confiara definivitamente de que yo era confiable. Que yo no me borré sola la vez que me borré, según su afirmación dicha así al pasar, como quien no quiere la cosa pero la desea más que nada en el mundo, me borré con él y debido a él, ahora contagiado. Loca por su desprecio me borré, loca por el destierro de su vida al que me sometía. No resistí, cierto. Aún no le puedo explicar a ellos que las mujeres tenemos una cierta debilidad, acaso biológicamente estructural, que hace que nuestras cabezas estallen con más facilidad que la de ellos. Pero eso que no les contaría y que él  no quiere que les cunte porque se le caería la cara de vergüenza, sobre todo ante su primogénito, me lo tengo que comer calladita sin que siquiera me reconozca que no me borré, en todo caso no pude evitar el destierro al que me sometía. No entiendo cómo sigo creyéndome esa película que cuentan sobre mí.

viernes, noviembre 16, 2007

Padres

Al principio, cuando me separé, unos cuantos se mostraron más simpáticos. El señor me dijo, una vez, que nada le parecía más insoportable que un varón preguntándole a la mujer que se había separado cómo andaba. Y eso que al señor muchas cosas le parecían insoportables. Casi todo diría yo. En ese momento no entendía. Y cuando me separé, tampoco. Con el tiempo fui cayendo. Y lo más lindo que nadie te quiere coger. En realidad sí, pero lo niegan. Se te acercan a ver si vos te querés consolar con ellos, y en esa búsqueda de consuelo terminás más allá del límite, y entonces ellos te ponene el límite. Es su manera de demostrarse que son lo que piensan que son: rectos padres de familia, preocupados por el bienestar de sus cercanos, buenos ciudadanos; impolutos. Insoportables. Incluso los que toman distancia de las partes, lo son. Lo son más bien por conciencia: saben por qué y para qué se acercarían, un día se dieron cuenta, como el señor, y entienden que están inhabilitados para esa acción. Cualquier cosa con ellos sería imposible. Sólo si fueran padres de otro establecimiento, como decían las autoridades escolares cuando éramos chicas. Un varón padre es un varón sin erotismo. Y sólo es padre cuando lo cruzamos cotidianamente en la puerta de la escuela de nuestros hijos. No son cogibles, acaso porque hace mucho pero mucho que no cogen, aunque la metan. Es increíble cómo chicos tan bonitos y apetecibles pueden esconder todo con tal de que una mujer los quiera.

lunes, noviembre 05, 2007

Reproches

Hace tiempo que no reprocho a nadie. A nadie que no sean mis hijos, claro. Pero esos reproches no cuentan. Cuentan los que extraño. Los que me hubiera gustado decirle a N que despertó una ilusión que creí que no tenía, y que acaso por creer no tenerla la tengo y en demasía. Contando los últimos años con el señor, me da vergüenza decir cuánto hace que no recibo ese cariño que se da por placer, que se da simplemente por el placer que da ser partícipe de la felcidad ajena. Demasiado tiempo como para recordarlo y describirlo con exactitud. Pero N despertó la ilusión. La necesidad todo lo puede. Incluso lo que se piensa que jamás se hará. El problema es que hay necesidades que son tan pero tan necesarias que sólo gente como N puede hacerlas venir de allá atrás, del último plano, para ponerl adelante. El problema es la necesidad, claro. Y la necesidad se suple satisfaciéndola, o volviéndose una miserable. Tanto esfuerzo por no ser miserable que cae cualquier N y despierta la ilusión.
Prometió llamar y no lo hizo. Y yo, por eso de que por qué hay seguir el sentido común, siempre mezquino, o el instinto, siempre protector de sí mismo, conservante del egoísmo que nos vuelve hacia adentro y no aleja de la posibilidad de compartir, llamé, violando el precepto que las chicas sabemos que no tenemos que desobedecer, porque en cuanto lo hacemos quedámos automáticamente en posición adelantada. Y a los chicos no les gustan las chicas adelantadas. Y entonces tal vez el problema sea que no reprocho.