miércoles, diciembre 26, 2007

No habrá ninguno igual

Recién ahora, a días de los 40, entiendo eso de no habrá ninguna igual, no habrá ninguna, que una vez me dijo mi hermano mayor que lloró mi papá cuando se separó de mi vieja. La separación duró unos meses, pero para todos fue terrible. Durante años para mí mi viejo fue un maricón. Un tipo incapaz de bancársela solo que por eso volvía; un pollerudo, en definitiva. Volver me pareció la peor decisión de su vida. Nos arruinó a nosotros, pero sobre todo lo arruinó a él. Nunca más pudo ser el que había sido. Es cierto que no hay regreso de ninguna situación, porque la vida sólo es para adelante. Pero volver después de plantarte para descubrir a los pocos días que volviste por cagón porque nada por lo que te habías ido había cambiado, debe ser una de las humillaciones más grandes que se pueden recibir. Y quien la soporta, o pretende soportarla, sólo lo hace por el íntimo deseo de castigarse por semejante equívoco. En ese castigo se le va la vida. Y se lleva parte de la de sus hijos. Nunca la de ella:de eso se trata el castigo, de afectar aquello que más se quiere, y cuando la que se quiere dejó en claro su respuesta con su humillación, ya no queda más que golpearse a sí mismo, y con esos golpes golpear a quienes aún nos quieren.
Busqué un macho todo el tiempo que pude. Y lo encontré. Debería sentirme feliz. El señor, el día que me dejara, lo haría para siempre. Y era cierto: lo tuve que dejar para volver a sentirme un poco yo. Tendrías que haber aprendido a pedir perdón. Pero lo suyo no era eso. Creo que no lo habría elegido de haberlo sospechado. Y así, orgulloso, cerró todas las puertas. Supongo que tampoco lo habría elegido de haber sospechado que tuviera espacio para otra cosa que no fuera su narcisismo. Ahora ya está. Frase sólo  terrible cuando es lacónica. Y es lacónica cuando una llega a decir que no habrá ninguno igual, no habrá ninguno, y no hay gritos, espasmos, llanto incontrolable, ni siquiera lágrimas; tan solo la tristeza angustiante que eleva los hombros y saca desde lo más recóndito de una, una sonrisa por los herederos de ese amor: de ellos se espera, que algún día, puedan revivirlo.

sábado, diciembre 22, 2007

Ellos

Ayer no pude ir a ver a Soda por ellos. Siempre es por ellos que no podemos hacer lo que queremos. Ellos son cualquiera. Todos. Cambian según el lugar, la circunstancia, el motivo. Siempre hay un Ello, como descubrió Oesterheld en El Eternauta. Los hijos, los padres, el señor, las amigas, el jefe, la corporación, el sistema, siempre somos ell@s y nosotr@s. No importa el género, no importa si estás abajo o arriba, si cogés bien o mal, si te gusta bajar o que bajen. No importa nada, siempre habrá un ellos. Y están desde que tenemos memoria. Se pusieron ahí, en algún lugar de nuestra cabeza, y perduraron. Y perdurarán  por más que descubramos todos y cada uno de sus escondites, formas, metamorfosis, porque cada vez que lo hagamos cambiarán de lugar, mutarán, se disfrazarán, harán lo que sea para perdurar, incluso hacernos creer que no fueron ell@s, sino nosotr@s. Algun@s incluso no se irán con nosotr@s, como un virus se contagiarán a otr@s y sobrevivirán a nuestra muerte. Alguien los puso ahí para eso, para que intenten la inmortalidad. Quiénes habrán sido, sino ellos.

martes, diciembre 18, 2007

Belmondo

Una amiga me preguntó por qué no posteaba. No tengo ganas, le dije. Toda la verdad del mundo, si es que a esta altura de la vida una puede decir la verdad. En realidad nunca pudo, pero en algún otro momento de la vida creyó que lo decía. Al borde de los 40 ya no me creo esas cosas. Ni muchas otras, claro. Por ejemplo, que mi mirada cambie de foco  y comience a ver cosas que no le interesan. Hay algo que me dice que ya no quiero hacerlo. Especialmente el hecho de que no haya hombre con el que pienso que me puedo levantar. O sea, como aprendí en Sin aliento de boca de Belmondo (fantástica boca de labios carnosos, para dar esos besos que por lo general tanto nos gusta, los que nos hacen sentir protegidas, queridas, importantes, esos besos que le sacamos a todos los hombres para ver si les interesamos, y que antes o después, en el sexo, al besar nuestro pezón nos hacen subir eso que a falta de mejor nombre llamamos cosquilleo y nos contrae por dentro, dotándonos de una fuerza superior para abrazarlo con todo contra nuestro pecho, soñando y viendo, y que por ver soñamos, que su boca juega con nuestro pezón): lo importante no es llevarse una mujer a la cama, sino despertarse con ella. Más de dos años parecen ser tiempo suficiente como para considerar que tomé una decisión. Y que será muy difícil revertir. 

lunes, diciembre 10, 2007

Qué se le va hacer

Nunca me va a gustar el pasado en vez del futuro, aunque sea el pasado lo único que extrañe en mi vida, y lo único que sé que me hizo y me hará feliz.

sábado, diciembre 01, 2007

Erotismo

Al final siempre te quedás. Pocas veces tenés ganas. Te parece que el esfuerzo no vale la pena, que para qué si después volvés tarde, dormís poco, los chicos se despiertan temprano y algunas otras muchas contras más. Pero vas porque es una amiga con la que no querés perder relación, con la que no tendrías que perderla y mucho menos debería, porque sería una nueva ventana cerrada al mundo, menos contacto, menos fiabilidad ante la humanidad que cuando necesite a alguien, entonces, seguramente, no pensará en vos. Así que vas. Y lo mal que hacés. Y lo bien que hacés, porque ellos, los qué decís que son lo único que te importa y te interesa y por lo que hacés todo en este mundo, incluso quedarte en él pese a tu voluntad, te ven salir, y al menos tienen la ilusión de que mamá se divierta, aunque sepan bien que no es cierto, y lo recuerden cuando crezcan y deban descubrir por qué sus vidas son del modo que son y no como ellos la habían soñado.
Así tiempo que no veía tamaña falta de erotismo. Ni siquiera en una fiesta de sala de cuatro, cinco, tres o dos hay semajante falta de erotismo como entre gente cercana a los cuarenta o ya con ellos, en pareja y con hijos, aunque sin ellos presentes, porque viste, cómo llevarlos a una fiesta así, si vamos a bailar y tomar alcohol; los chicos habrían sido una buena excusa. Tendríamos algo en qué amparar nuestra falta de deseo sexual, nuestra falta de deseo en cualquier otra cosa que no sea lo que hacemos todos los días: contar lo que hacemos todos los días hablando de la falta de entusiasmo que tenemos todos los días y de las fobias que nos crecen todos los días. Ese mundo insoportable repleto de gente insoportable jamás permitiría el sexo en cualquiera de sus manifestaciones, empezando por el de la sugerencia, que es el que abre las puertas de la percepción y pudre la armonía vetusta del todo tranqui, todo liso. Todo muerto. A tal punto hay programas propios que corren en segundo plano ejecutando eso que si nos diéramos cuenta que hacemos nos daría asco de nosotras mismas, que la agasajada en cuestión pidió que los tragos que un par de chicas, a la manera de las fiestas cool, preparaban en una mesa, no tuvierana mucho alcohol. Mirá si después tenemos que llevar alguien a su casa (o a la nuestra, en caso de ser pareja) o, lo que es peor, nos tenemos que bancar a varios de ellos queriendo coger, no tener sexo, menos hacer el amor, sino coger a las tres, cuatro de la mañana, alcoholizado, algo bestial e irrefanable en sus ganas de ponerla. Y por eso están juntos: no cogen, aunque duerman juntos y a veces se las metan. Y sobre todo porque ninguna de ellas tomaría una copita demás y, en ese estado algo alterado, volviera a sentir algo parecido a lo que alguna vez sintió por eso que la acompaña, y lo manoteara con sensualidad, deseosa, llena de erotismo.