sábado, octubre 13, 2007

Obligaciones

No nena. No es como vos decís. Una vez más no podés ver desde tu comodidad que yo alguna vez llamé burguesa, cuando la única connotación que le daba era económica, y no era, como entendí después, una forma de ver las cosas que implica la necesidad imperiosa de que todo tenga solución, arreglo, de que todo pueda ser controlado, ya sea en el momento o con paciencia, porque el tiempo nos dará la oportunidad de arreglar aquello que no podemos hoy.
No, nena. No es así. Nunca fue así. Lo que pasa es que una cosa es tener que decirle que no a tu maridito, que te quiero coger igual por más que no estés como antes, y otra muy distinta tener que decirle que sí a más de un chulo que años atrás ni te atrevería porque qué dirían tus amigas, y que ahora lo hacés aunque sea por la fantasía catastrófica de que te vas a quedar sin lubricación si no la usás, y que un dedo de varón es otra sensación que el tuyo, y que te monten por atrás no es lo mismo que te metas algo por atrás.
No, nena. No tiene nada que ver con lo que decís y me proponés, incluso desde la más profunda fe. Porque no te podés atrever a pensar que no es así, se te caería la estantería, dejaría de funcionar el andamiaje sobre el construiste todo, como lo hice yo en su momento, y como la hacemos la mayoría de las que armamos una familia a la vieja usanza, no porque respetemos los fundamentos básicos, sino porque seguimos su concepción de unión, falta de fisuras y perpetuación en el tiempo. Y así no se hace más.
No, nenita. No. Y no. No todos somos exitosos. A veces no poder es no haber sabido en su momento. Y yo no supe. Mala leche. Dejame un poco de resignación. O dejame la resiganación, que es lo único que más o menos me mantiene en pié, que así necesito estar por un tiempo por mis hijos. Dejame de obligarme a estar bien, como otros obligan a la salud, porque la única justifiación que pueden encontrar para sus acciones es que lo hace la mayoría. Gregarios de mierda que se pasan defendiendo la individualidad.
No, nena. No hay por qué buscar cosas que te den placer. Ni siquiera el placer es indispensable para vivir. Si no te gusta, no me invites a tomar algo, no me preguntes, no me quieras sacar cómo estoy, cómo me siento. Se nota, se ve a la legüa, como decía mi abuelita que ya va a por los 90, como también se agarraba más rápido a un mentiroso que a un rengo. Si no querés darte cuenta o querés creer otra cosa es problema tuyo. A mí no me rompas las bolas. O los ovarios, para ser más de género, viste?

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