jueves, noviembre 23, 2006

Los besos del adiós

Fueron sólo unos besos. Malos, pero qué lindos fueron. Volver a sentir unos labios. No había forma de pensar que podía haber algo más, que ese tipo tonto que me decía estúpidas melocidades al oído y que creía que mi gracia se debía a su ingenio y ni en sueños se le podía cruzar por la cabeza que me causaba gracia que alguien volviera a decir cosas que la mayoría cree lindas y oportunas pero no son más que galantería berreta, pudiera provocarme algún entusiasmo.
Pero necesitaba besar de nuevo, sentir mis labios sobre los de otro; no para sentir los de él, sino para sentir los míos, que estaban vivos, que podían jugar, entretenerse, doblegar a quien se le quería imponer. Dejarlo con ganas, por mínimas que fueran, de seguir besándome. Sé que son calentones por naturaleza, pero incluso así yo necesitaba sentir nuevamente el poder femenino, el de traerlo hacia mí hasta donde yo quisiera. Sin perder nunca el control. Incluso en los momentos en que me dejé llevar.
Fue lindo. Fue doloroso ver cómo él, el señor, se aleja para siempre, para no volver, para ser sólo el padre de mis hijos, entrando en una intimidad distinta que ay todavía cómo me angustia.

No hay comentarios.: