sábado, diciembre 23, 2006
No es masturbación
martes, diciembre 19, 2006
Martín
Martín se ha ido. Todavía está, pero se fue. Ni siquiera dio para dormir juntos. Viniendo de una mina pensará que estoy loca, o que oculto algo. De hecho me dijo, con los ojitos rojos del sexo excitado, placentero y con futuro, mentirosa. Y me lo repitió con el mismo cariño y emoción promisoria, mentirosa. Encantada por el mentirosa, me fui casi de madrugada a preparar el bolso de mi hijo para el viaje de egresados. Locura. Pero no me podía negar a Martín. Creo que sí me hubiera podido negar al sexo. Mi psicólogo dice que me movió cosas. Sí, me movió toda, me movió y después me esperó, me hizo acabar lindo pero se fue y no me dejó espacio para pensar si es varón joven con poca experiencia o tiene para dar algo parecido a lo que yo suponía que puede dar chico de alrededor de 30 soltero, hermoso, fino, establecido, con casa propia, privilegiado laboralmente y perteneciente al grupo de los elegidos que deciden las cosas en el mundo. Se fue porque no le dije de los chicos, estoy convencida. Y apenada. Y no porque no se lo dije ese día, sino porque en los encuentros posteriores, sobre todo en la cena final, no le dije nada. Tengo indicios por todos lados de tener hijos. Y no sólo en el cuerpo, que cualquier varón algo ducho habría concluido con facilidad. Y si no fue por el cuerpo habrá sido por otra cosa; al menos yo sospecho eso. Y si yo sospecho creo que el otro también puede hacerlo. Y así se lo informo: sospechá de mí, digo todo el tiempo. Creo. Yo también me hubiera ido, pienso ahora que se fue. Me hubiera gustado salir unos meses con Martín, llevarlo a algunos de mis lugares, aunque especialmente que él me llevara donde yo no conozco, ni pertenezco, ni soy pero tengo tantas ganas de estar. El cuerpo lo recuerda. Mis ojos guardan el mentirosa. Hay presente. Que es el único futuro posible.
martes, diciembre 12, 2006
I don't believe it!!!
Salí a la luz. Todo encandila. Se ve poco y nada, y es fascinante. Ver poco y nada, que no haya certezas, reine la confusión. Atrévete a las cosas poco claras, me acuerdo, y me emociono. Y me presto a las cosas poco claras. Me lleva Martín. Suave, dulce, más chico. Le gusto. Pero no es amor. Lo sé antes que él, y así él se entera. Es bastante extraño cómo sucede esto, pero me cuesta mucho engañar. A Martín y a cualquiera. Que nadie se dé cuenta de que estoy mal, de que estoy bien, de que estoy desesperada por un hombre o ansiosa porque llame una amiga. Para mí otros lo consiguen. Pero Martín me dice que no es así, que por lo general la gente está tan metida en ella misma que no se da cuenta de qué le pasa al otro. Me gustó mucho eso, obvio, demasiado. Y Martín se di cuenta. Entonces se retrae, empieza a evitar ese tipo de razonamientos, de cosas pensadas hace ya rato pero que ahora consigue ponerlas en el momento y lugar adecuado; una especie de estudio inconciente para habilitarlo a mí, que sé que le gusto, aunque no le gusta tanto mi trabajo ni mi profesión, y se nota que espera y va en busca de un mundo que no le puedo dar. Menos con hijos, que todavía no se enteró porque no me animo, y ay lo mal que hice! Debería haberle dicho, aunque sea de la chiquita, ponerla ahí, en el medio, como quien no quiere la cosa decir a mi hija le encanta que la peine; una boludez por el estilo que si es ésa y dicha así, como quien no quiere la cosa, lo habría espantado. Menos mal que no dije nada, de haberlo dicho así no habría cogido. Y lo bien que me hizo coger. Sentir de nuevo con las esperanzas desvanecidas esos músculos totalmente desacostumbrados, hoy doloridos por el esfuerzo al que no estaban acostumbrados. No lo puedo creer, no lo puedo creer!, no lo puedo creer!!!
miércoles, diciembre 06, 2006
Baby Trash
Fue un consuelo. Baby Trash hablaba de la década del 70, del cine Cosmos, de lo feo que es Terminator. Me causó gracia que una mina de como mínimo 40 hablara despechada de los hombres que la dejaron de lado o los que dejó de lado por falta de tino, habilidad, consideración, inteligencia. Yo por lo menos tengo los hijos, dije, eso que todas dicen que es una falta que no podés soportar desupués de los 35. Tal vez a Baby Trash le falte eso. Tal vez sólo esté mal cogida. Pero yo ni siquiera estoy cogida y hablo de quienes pasaron por mí como si fueran traidores, energúmenos, aspirantes a gigolós o idiotas que sólo querían mostrar una muñequita de torta como se ve en el dibujo que ilustra la página de Baby Trash. Ella dice que la madre le dice que tiene que revisar sus elecciones. Creo que tendría que revisar mucho más, a cierta edad el mundo no está más en contra de una. Y es una edad que queda muy lejos de los 40. Tan lejos, que cuando una se da cuenta todavía cree que los 40 es algo que nunca va a suceder.
viernes, diciembre 01, 2006
Mi Goonie
A la distancia de mis 12 en los que egresé, veo todo lo que se va dejando en el camino. Más por necesidad que por decisión. Creo que en la mayoría de los casos está bien. Pero no puedo apartar el dolor que da la conciencia de saber que después de esos años una nunca más vuelve a vivir con la frescura que da la convicción de que el futuro pertenece.
jueves, noviembre 23, 2006
Los besos del adiós
Pero necesitaba besar de nuevo, sentir mis labios sobre los de otro; no para sentir los de él, sino para sentir los míos, que estaban vivos, que podían jugar, entretenerse, doblegar a quien se le quería imponer. Dejarlo con ganas, por mínimas que fueran, de seguir besándome. Sé que son calentones por naturaleza, pero incluso así yo necesitaba sentir nuevamente el poder femenino, el de traerlo hacia mí hasta donde yo quisiera. Sin perder nunca el control. Incluso en los momentos en que me dejé llevar.
Fue lindo. Fue doloroso ver cómo él, el señor, se aleja para siempre, para no volver, para ser sólo el padre de mis hijos, entrando en una intimidad distinta que ay todavía cómo me angustia.
viernes, noviembre 17, 2006
Semáforo
lunes, noviembre 13, 2006
Lo que queda
viernes, noviembre 10, 2006
Lo vi
Lo vi con la nitidez que ningún recuerdo conserva. Estaban de la mano, se besaban, pero yo a ella no la conozco. Me hubiera gustado que viniera con ella al fiesta de cumpleaños del amigo en común, pero no vino. ¿Por qué vendría? Sabía que no lo iba hacer, pero lo deseé todo el día, desde el momento mismo del sueño, que fue el mismo día que el cumpleaños del amigo. Liberación clamaban las furiosas bestias. Mis bestias claman liberación. Verlo así, en público y de un a vez por todas tal vez me libere. Pero nada me libera. Y mucho menos alguien. Nadie se acerca a cumplir esa misión conmigo, no hay ningún héroe cerca, y no jodamos, ya no soy una nena. Si al menos fuera Araceli. Esa cara de nena, esa actitud. Pero es solo una imagen, no se puede ser así a los 40 o cerca de los 40. A mí me faltan algunos todavía, pero ya los siento, están ahí, presentes. ¿Qué son los 40? No tengo la más puta idea, pero suceden.
domingo, noviembre 05, 2006
Por una noche
Nos fuimos con la gorda y dormimos juntas, igual que desde que volví. Ella se durmió abrazada a mí, yo también pero mucho después. Dormí como si hubiera hecho un gran esfuerzo, y hoy me desperté con una angustia inaudita. Lloré sola más de media hora en el baño y después ella se despertó. Compramos juntas un regalito que ella le quería hacer a su papá que esta semana cumple años y después ya se fue. Yo prácticamente no me puedo mover.
Buena leche
Después de no cumplir con la promesa de uno por día quise retomar escribiendo de Lola, su nota en Viva, sin esa sensualidad que a sus lectores nos hizo feliz, tan desabrida, poco romántica, madre común, poco glotona, tan chica más. Pero la bronca por lo general no fue buena consejera para mí y menos en los últimos tiempos (unos diez años aprox), así que decidí tomarme tiempo.
Un nuevo impulso apareció con los chicos, pero me parecía demasiado íntimo y ensordecedor. Para mí. Era un zumbido de esos que permanecen y que terminás descartando porque estropea la posibilidad de escuchar el resto, no te deja entender qué te estás diciendo, si te están llamando o pidiendo algo, si alguien te necesita. Esa fue la razón por la cual también desistí escribir de eso. No me parecía decir que el mayor me bardeó las 24 horas que me soportó el sábado pasado, que la más chica me agarraba de la pierna a la altura del muslo y no me soltaba, que sólo me soltaba para abrazarme por la cintura, que fue al baño y como no me vio en la habitación de ella (donde estábamos antes de que fuera al baño) empezó a gritar Mamá, Mamá, y cuando le dije acá estoy apenas me vio me dijo tenía miedo que te habías ido de nuevo. Si el más grande se fue sin quedarse a dormir y quién sabe cuándo me perdonará, si la chiquita me llama todos los días para saber que estoy a mano, que no me fui, poco queda para decir de los chicos. El domingo caí en un bajón que creí definitivo, como creí cada uno de los que tuve desde el verano pasado, cuando por esas cosas que una nunca sabe empecé a percibir (por la simple y estúpida compra de un pantalón, hecho que sólo después se reveló como signo de percepción) que el señor se iba, se iba para siempre. Lola arruinó todo mucho más el lunes, cuando un tipo del trabajo a la que le mostré su página porque yo creía que Lola hacía calentar hasta a las piedras, me la mostró con sonrisa burlona, totalmente decepcionado con ella y conmigo después de la ilusión que le había generado al descubrirle la página, al presentarle a Lola, al darle la posibilidad del enamoramiento. Diría que casi me pega, pero la tiró así, como para que hiciera plaff, y el plaff se escuchara bien, casi en toda la oficina para que él se pudiera sacar las ganas de decir lo que tenía ganas de decir: Una putita cualquiera. Lola era una putita cualquiera. Se vendía, había especulado desde el principio, a lo sumo empezó como un juego pero enseguida se puso especular; no había dudas de que Lola era una putita. Pu-ti-ta, llegó a decir. Yo dije algo entre el non y el nan... No pude decir más: me salió parecido a ese de la propaganda de Insenbeck, esa que tuvieron que levantar al toque porque era reevidente que promovía la violación de minas, sin tener la más puta idea de que Lola después se iba a tener que defender de eso en las notas de prensa que estaba dando, porque incluso las minas (creo que todas las notas se las hicieron minas, los editores deberían tener miedo que la nota quedara muy babosa; ¿o fueron editoras, chicas celosas y envidiosas de no poder provocar algo parecido a Lola que mandaron a preguntar sobre la provocación y los orgasmos en el baño y otras preguntas berretas?) Nada de eso hubiera sido capaz de pensar en ese momento del non/nan. Después me acerqué a mi compañero, prácticamente el único (incluido muchas chicas) que en el trabajo me inspiró la confianza necesaria como para decirle que Lola a mí también me incitaba al sexo, me daban ganas de sexo leerla, salir a buscar algún tipo, algún pendejo y bajermelo, así porque sí, aunque después siempre terminara masturbándome sola en mi cama y llorando a la mañana siguiente que nadie hubiera puesto su mano entre mis piernas y penetrarme con sus dedos. Eso le dije al decirle el blog de Lola está muy bueno; ahora Lola me hacía esto. Me acerqué a mi compañero, casado, una nena de un par de años, futuro separado porque la sigue a su mujer mucho más de lo que debiera, que yo pensaba que Lola se había equivocado pero que no había especulado nunca, que tal vez creyó lo que creemos todos en un momento, que podemos controlar la situación y resulta que siempre la situación termina montándose en nosotros (al menos en mi caso, aunque esto no se lo dije), pero que no, Lola no había especulado. El me miró y dijo ¿te parece?, sí, le dije, así, con cara de floricienta, pero él no me creyó: después de mi mes de licencia por problemas de salud habrá pensado que no era conveniente siquiera poner en duda uno de mis razonamientos; andá saber lo que se dijo de mí en ausencia.
Así que Lola no me daba para escribir, por más que el viernes, desesperada como estaba frente a otro fin de semana con los chicos, uno dispuesto a crucificarme la otra a no dejarme mover y yo una pelota de angustia y depresión que terminaría alejándolos más, mi compañero me acercó la nota de Veintitrés y pude empezar a respirar más tranquila. Puede sonar bochornoso, pero diría que volví a respirar. Ahí estaba Lola, la sensualidad recuperada, la actitud, el desparpajo, la provocación, el sexo, la buena leche. Lola no especulaba, quería de la vida otra cosa que por más que en algún momento y en muchos sentidos se pareciera a lo que yo quería no era lo mismo. Lola no había llegado a salvarme, así que no me podía condenar. Lo miré a mi compañero que con el acto se hizo amigo, yo sentada él parado al borde de mis escritorio, y le sonreí; sonreímos juntos, yo emocionada, él también a su manera, una sonrisa de oreja a oreja que me dio envidia de su mujer y felicidad de su hija que superó y borró como un huracán la envidia a su mujer. Esa niña tenía un padre, igual que la mía. Tan mala no era, después de todo había elegido al señor para padre de mis hijos.
domingo, octubre 29, 2006
Que los cumplas feliz
Después de unos minutos él se ofreció dejarnos solos unos minutos pero yo le dije que no, no había problema, que se quedara. Su corrección muchas veces me enfermó, pero esta vez parecía sincero, preocupado por el bien general antes que por quedar bien. A ella le llevé un Kinder, a él un poster de un músico que ama. La hamaqué a ella mientras le pregunté cosas de su escuela y su ingreso a él. Todo monosílabo, alguna vez, por alguna repregunta siempre temerosa de romper su infinita paciencia, algo más. Estaban bien.
Habíamos quedado con el señor que el después lo estableceríamos en ese mismo momento, si bien teníamos plan de base: que los chicos se quedaran solos conmigo toda la tarde, que después volvieran a su casa siempre y cuando ninguno de los dos quisiera venirse conmigo y que al otro día a la mañana los llevaría a la escuela, estuvieran o no conmigo. Pero yo le dije que se quedara. Necesitaba verlo. No sé por qué, quizá para saber que nunca me dejaría tirada en la calle; en este mes fue una de las cosas que sentí que me faltaba. Pero me faltaban también muchas otras cosas y la única que quise concretar fue esa. Fue muy linda, pero muy bien no hizo. Los chicos, especialmente el más grande, se empezó a mostrar cada vez más remiso; la chiquita cada vez más demandante. De alguna manera se sentían mejor con los dos padres lejos, cada uno por su lado.
En un momento él dijo que se iba, que tenía que estudiar; sabía que no era así, pero no le podía decir otra cosa que sí, está bien, andá. Al otro día lo acompañaría al colegio pero hasta más de una cuadra, nada de acercarme a la puerta, él no soportaría todas esas miradas sobre la madre que se borró un mes. En ese momento y en esa edad nada importa que su madre lo hizo para poder darle algo mucho mejor a lo que le estaba dando, que de alguna manera tuvo la anuencia de su padre, que eso era mucho más eficaz que toda la puta voluntad con la que se desesperan el resto de las minas y jamás se perdonan no poder y se la viven pasando pidiendo perdón por no poder y quejándese a sus machos de que no hacen lo suficiente para que ellas puedan y se quedan solas, aburridas, quejadas, acompañadas por una desesperación como ellas, ese marido panzón, mofletudo, fuera de forma física y mental, sobre todo mental, que atrasa y, lo peor, tira para atrás. Esa que no quise ser más y que un acto tan desesperado como la vida que llevaba y que incluso era amor, lo dejé, mal, porque lo dejé pensando en que así resucitaba el amor; esa misma me esperaría en la puerta de la escuela para decirme por qué había dejado de ser así, que cómo me había atrevido, que qué me pensaba, andar dejando a los chicos por un mes, si los chicos no necesitan felicidad, sólo a la madre. Feliz cumpleaños.
jueves, octubre 26, 2006
Volver, y volver a empezar
Tengo miedo de que suceda de la peor manera: engancharme con cualquiera, desesperada por algo de mimos, un poco de calor, cierta ternura. Probablemente por eso haya llamado a mi mamá, quien se me trata como una nenita y no me perdona que me haya ido un mes. Y eso que es ella la que me tiene que pedir perdón por varias cosas. Tal vez por eso en determinados momentos extraño mucho al señor y añoro todo lo que pudo haber sido y no fue: el sexo al despertarse, el sexo en algún momento inapropiado del día, la caricia, el gesto, el mimo, la contención, el abrazo, la caricia, el beso en la boca porque sí. Seguramente por eso me refugio tanto en mis hijos, dejo que se me acerque el más feo y serio de un grupo de varones en las que algunos quieren sexo por esa cosa de pendejo que quiere hacerse el piola y probar algo grande, el que lo quiere a secas, el que lo llena de un erotismo previo y el no sé qué ocho cuartos, pero que no se me acercan seguramente limitados por mí. O lo hacen hasta ahí, esperando alguna señal porque todo el mundo se anda cuidando tanto de cualquier cosa que ni siquiera es capaz de sonreirte dándote la confianza necesaria como para que te atrevas un poquito más. Como nadie juega solo, yo juego hasta ahí y sólo avanzo con la garantía del no. Me ahorraría plata, estoy convencida. Pero no desesperación. Se me nota mucho, como aquel gay que me cambió un beso por un cigarrillo y dijo tirándose levemente para atrás: ¿cuánto hace que no te besan? Así, que no me besan. Me sigue costando ver alguna película sin acordarme de él. Pero bueno, llegará alguien, finalmente llegará; y como en la posibilidad de una isla se irá raudamente, por más que un amigo diga que no podés desarmar las bombitas y sacar las guirnaldas hasta el último suspiro.
martes, octubre 24, 2006
Uno por día
Hoy vi al psicólogo y mañana le anunciaré mi vuelta al señor para poder encontrarme con los chicos.
domingo, octubre 22, 2006
Adiós TP
Murió TP. Hay clima de velorio en el sitio. Ojalá alguien les proponga lo que el marido de mi amiga a mí: borrarse por un rato, alejarse de las rispideces que todo lo vuelven feo y desagradable, esa molestia inasible que hace que una siquiera quiera jugar con su hija aunque más no sea por el hecho de revivir aquella que fue cuando el mundo la esperaba. Aquella que, en el Mariano Acosta o en otra benemérita institución de rango menor o mayor esperaba el momento sublime del terremoto inexplicable que la hacía sentir que ese era el instante para tocar el cielo con las manos más nunca tomarlo por asalto porque el cielo debía quedar intacto para los que venían detrás: ellos eran la evidencia de que la verdad nos pertenecía, de que el mundo podía haber sido como los adultos decían que había sido pero que con nosotros no volvería a ser igual.
Amábamos esa convicción de que 20 años después no seríamos como ellos, y deseábamos con todas nuestras fuerzas que permanecieran con vida para presenciar la refutación práctica e histórica de incendiario a los 20, bombero a los 40 (y muchas otras que nos espetaban con odio). Luego, como a Schmidt, nos pasaron esas cosas. A diferencia de otros que tuvimos amigos/conocidos sólo para sobrevivir, Esteban tuvo a Ernesto, Huili y Puri, que nos convocaron a todos nuevamente a gozar de la oscilación del suelo. TP propuso llevar y ser llevados nuevamente en andas, Quintín a Romina, Abraham a Mortati, Raffo a Schmidt, Schmidt a Raffo, Gargarella a Ivana, Ivana a Iglesias, Iglesias a Brener…
Lo que en aquel entonces no entendíamos era cómo eso que era una fiesta, era una cosa de locos, estaba permitida, estaba bien, y lo mejor de todo es que a veces terminaba mal (y más de una vez entusiasmaba tanto a los maestros que los hacía saludarnos con el pulgar en alto), por qué molestaba tanto. En esos años nunca vimos que el suelo que oscilaba era siempre el suelo de los otros. Y eso molestaba terriblemente.
Pero hay algo que teníamos muy claro en aquellas situaciones/sensaciones pre orgásmicas (eyaculatorias en el caso de Schmidt) aunque nunca hubiéramos estados en condiciones de declarar: lo que nos incitaba año a año a no retroceder y volver a hacerlo por más consecuencias disciplinarias que nos trajera, era que la vejez es el fracaso.
Muchas gracia por todo y buena suerte.
sábado, octubre 21, 2006
Un mes
No te entiendo.
Si te matás no te podés arrepentir.
Sí, sí, claro pero yo no me quiero matar… Y me quedé; entendí recién ahí lo que me había querido decir. La mujer lo estaba matando con la mirada, así que balbuceé algo, una boludez que por lo menos frenó la tensión. A
Sí, sí, está buena la diferencia, dije así, bastante atolondrada;me gustó, en serio. Mi amiga lo dejó de censurar, y yo sonreí. Mi amiga se distendió.
¿Por cuanto tiempo?
No sé, dijo él. Levantó los hombros a lo Maradona; me hizo acordar a él, al señor. Tuve la sensación de que en todo este tiempo lo extrañé mucho más de lo que creí haberlo extrañarlo.
Podés hacer algo consensuado, ¡la concha de tu madre cómo me complicaste la vida!
¡Claro!, saltó mi amiga, más asustada que su marido y yo juntos.
Decirle a él la verdad, pero sólo en su parte más relevante: necesitás un tiempo absolutamente sola.
No sé a mí, pero a mi amiga los ojos se le iluminaron. Creo que se enamoró más de su marido.
¿Cuánto y en dónde?
En donde tal vez te podemos ayudar, me dijo ella, agarró la mano del hombre por el que se sintió reconquistada, del hombre secas, en definitiva, y lo miró.
¿Cuánto?, levantó los hombros sin la gracia de los tres hombres y miró al suyo.
Un mes, dijo él dándome la seguridad que sintió que me faltaba.
Pasó un mes, y por ahora sólo quiero contar hasta ahí. Tal vez me psicólogo me lea antes de volver a verme, aunque seguro que ya dejó de preocuparse por mí. En el celular sus mensajes aparecen hasta hace una semana. Y en la semana anterior hay solo dos; los primeros quince días llamó todos los días. No sé cómo volver a ver a los chicos, primero tengo que hablar con el psicólogo; necesito más seguridad, o un poco de seguridad. Y eso que estoy segura que el hijo de puta se los explicó bien, el señor hijo de puta le habrá dicho a ella mamá está mal, necesita un descanso, como te dijo te quiere mucho, pero para quererte más necesita esta descanso (me juego que le dijo así todos los días de este mes y la contuvo y la protegió y la mimó y estuvo al lado de ella y seguramente con su nueva ella, mostrándole el camino de las familias paralelas, nuevas, mezcladas, amorfas pero mucho más divertidas y felices que las tradicionales). Nadie sabe que volví, sólo quienes lean esto. Al señor le dije que a fin de mes, pero el no lee. Por lo menos a mí, y si por leer entendemos escuchar. Gracias por los post y las visitas.
miércoles, septiembre 20, 2006
No me sale
jueves, septiembre 14, 2006
Torsos
viernes, septiembre 08, 2006
Más Lola
jueves, septiembre 07, 2006
Virus
Estoy con el pijama que me compré cuando todo se venía abajo y desesperada quería seducirlo, mostrarle que también podía ser sensual, perra. Me negaba a ver que cuando todo se viene abajo no hay nada que lo detenga; él también, es verdad, pero eso no me pone mejor. Escucho a los Tindersticks, descubiertos cuando ya la crisis estaba instalada pero parecía parte de la vida que nadie te explica que es así y que por eso mismo suponés que de eso se trata la vida y te introducís en ella con naturalidad, como si no hubiera otra posibilidad. En cambio el virus que me inoculó lo llevaba desde hacía rato, prácticamente desde el principio, tal vez de lo contrario no lo podría haberlo amado. El virus todavía perdura y no me lo puedo sacar, se activa cada vez que tengo ganas de despegar, de liberarme del lastre, de sentir que se puede intentar algo distinto al dolor. Vuelve en forma de otro hombre que me dice que no, al que dejo que me coja pero no quiere abrazarme después, ni hacer cucharita, ni dormir conmigo. Vuelve en el que me habla pero después no me habla más, incluso pese a intentar no seguir los cánones y llamarlo yo, incluso siguiendo los cánones y no llamándolo. Vuelve en una canción de Tindersticks y también en una de Tom Waits, en una de Radiohead y más en una de Calamaro, en una de Oasis y ni que hablar en una de Estelares. Está ahí como estaba en los Manos del Eternauta, que se les activaba cada vez que tenían miedo. A mi se me activa cada vez que no sufro más por él, y me mantiene irremediablemente viva para que siga preguntándome cómo pudo hacerlo, cuál fue el motivo de responsabilizarme del final cuando me maltrataba a diario, cómo no se le ocurrió que lo dejé para ver si de una vez por todas me escuchaba, qué mierda le pasa por la cabeza para no poder quererme.
viernes, septiembre 01, 2006
Contigo aprendí
De él aprendí la minucia, el valor de lo imperceptible salvo porque duele, a conducirme en la calle abajo del auto, arriba del auto, en bicicleta, con los chicos o sola. De él aprendí que el sexo puede ser feo porque alguna vez fue fantástico, y que nada moja más que una caricia de las manos por las que te sentís amada. De él aprendí que el dolor es vitalidad porque si te pinchan y no te duele estás muerta, y que esa forma de aprenderlo es la más vil pero la única indeleble. De él aprendí que podés amar a alguien que nunca te va a amar como vos necesitás y deseás que te amen, pero que siempre te das cuenta tarde porque si te dieras cuenta temprano jamás amarías. De él aprendí a ser lo soy, una miserable que no puede hablar con un varón, que los espanta, que les huye, les teme, los odia, los desea y los aleja con la misma entrega. Sí, lo que soy se lo debo: esta mujer a la que sus amigas ya no le presentan varón porque las citas terminan mal, con menos amistad de parte de sus amigos, a veces ya sin amigos; algunas amigas ya ni siquiera hablan, otras apenas chatean, la mayoría sólo manda mail. Del otro lado del planeta él brilla, y yo me alejo más del suelo también.
jueves, agosto 31, 2006
justlola
jueves, agosto 17, 2006
Una máquina
Sofi escuchó todo, preguntó poco. Creo que no hacía falta. Me llevó hasta la cama y me ayudó a desenudarme, hizo casi todo. Se ofreció a quedarse a dormir pero le dije que no. Para qué. Quiero estar así, destrozada, sufriendo por verlo lejos, sin posibilidad de reconexión alguna, poniendo un límite infranqueable a toda posibilidad de reencuentro, y sufriendo todavía más por la manera en que estableció este nuevo estado de cosas. Sé que hoy no te morís si te agarrás el bicho, como decía aquella amiga que dejé de ver por él, una guasa, sí, mas bien una bruta que hubiera ido mejor arriba de un camión que como manicura, pero que tenía esa cosa de no poder medirse que no daba posibilidad de que lo que había dicho significaba lo que había dicho y nada más. Hasta su nombre confundía: Dani, si una no la veía no sabía que era una mina; hablando por teléfono, si se había presentado como Dani, te la podías confundir.
Pensé que ponerme en pedo me liberaría de algo, aunque sea cambiaría el lugar del dolor. Pero no salió del pecho. Una tonelada. A veces siento que me voy a caer de espaldas.
miércoles, agosto 16, 2006
Terapias alternativas
ya me lo había dicho que no me esperaría todo el tiempo, que no lo fastidiara, lo dejara tranquilo, tratara de hacer mi vida, me diviritiera. Con qué querés que me divierta, con la plata que no tengo, con la que no me pasás porque no me tenés que pasar pero a mí igual me aplasta porque quedaste en buena posición económica y yo tengo que andar cuidando el peso caminando diez cuadras para tomar un colectivo menos y comer lo indispensable cuando no están los chicos y no tengo compañías y tengo que soportar a mi hermana que me dice que tengo que ir a nadar y a mi vieja que me trae vitaminas y a mis amigas forzándome a salir porque no tengo la más puta gana de salir y que me digan que tengo que hacer esto y lo otro y que tiene un chico, un tipo, un hombre, una joda, una fiesta, un cumpleaños, un viernes Sex and the City y la puta que te parió. Sobre todo eso, la puta que te parió.
lunes, julio 31, 2006
Óxido
Escribo porque si no el terapeuta me va a decir algo, hasta me puede regañar. Salí con G y pasó lo que tenía que pasar: nada; o sea, sí sexo, pero nada, ni un atisbo. Después me saqué las ganas en un fin de semana de mierda, en el que dormí todo el tiempo pero con culpa, miré películas con culpa, me masturbé con culpa. Con G. (para sacarme las ganas con las que me había dejado). Pero también con el señor. No me lo puedo sacar de la cabeza, está en todos lados. Hasta cuando me llaman los chicos, está. Pensé que iba a ser más fácil. No mucho, un poco, pero más fácil. Era mentira. Siempre todo lo pensado antes resulta mentira después. Es inevitable. Y una hace según el antes, es imposible hacer según el después, porque es el después de ese antes el que lo hace después, y porque no sabe el después y porque si supiera el después no haría el antes. Así estoy, sin poder encontrarle una salida al laberinto. El tiempo, sí, todas me dicen lo mismo; algunos de ellos también me lo dicen. Pero, perdón por la negativa, el tiempo que pasó el que viene no te lo recompensa. Y esa ansiedad te corcome, es como el óxido, que sin que te des cuenta se empieza a instalar y cuando tenés que sacarlo es un laburo bárbaro; a veces ni siquiera lo podés sacar del todo. No quiero llorar más, no quiero llorar más. No quiero llorarlo más.
viernes, julio 28, 2006
No entiendo
miércoles, julio 26, 2006
G
Yo la tengo me inspira, Lola me conmueve. ¡Qué envida! Haber tenido un papá así. Nunca me enteré de nada parecido de mi viejo; para mí, oficial y extraoficialmente, ella, mi mamá, siempre fue la mujer de su vida. De hecho la dejó conmigo hacer lo que quiera. Hasta que yo la frené. Ahora la estoy jodiendo un poco, porque me puse en su profesión y recibo más halagos que ella. Pero es no cura nada, calma un poco, y eso está bien porque ésta es la época de los calmantes. Así que me perdí la otra parte, la de la hija. Fui muchas veces con mi hija al cine, pero no me pude acordar de eso que se acordó Lola, la cabeza en el hombro del papá. Siempre como mínimo íbamos los tres y nunca al lado de mi papá. No me inspiraba, creo. Ayer con G no pude, porque no tenía forros. Quería hacerlo igual pero yo me negué. Se ofendió mucho, no sé si vamos a tener otro encuentro. No quiso bajar a comprar ni tampoco dejó que yo bajara. Tenía una actitud de reproche ridícula, infantil, decía que igual nos podíamos hacer caricias. Pero yo quería que me la metiera. Hace mucho que no me la meten. El señor fue el último. Me dijo que lo mejor era que me fuera, y me fui. G valía el esfuerzo, 1,78 , buen calce (el íntimo también), lindos besos, cariñoso, afectuoso, contenedor con todas mis estupideces, una buena profesión que ama sanamente y que le reporta buenos pesos, sin hijos. Pero no quise. Primero pensé que con eso no se jodía. Después se me ocurrió pensar que había sido una excusa: el señor había aparecido entre el momento que salí de terapia y el que arreglé con G. No personalmente, me llamó. Me dijo algunas cosas se los chicos y yo les respondí. Y después se volvió a insinuar. Salvo que yo esté muy mal, él se insinúa. Escucha algo, como G el otro día que escuchó que yo volvía. Es un sonido de otro orden, como el que escuchan sólo los perros. Supongo que está en mis tonos, no sé, en algún lugar está; eso ya es seguro. Sentí que volvía a marcar el paso, por decirlo de una manera que se entienda; lleva la iniciativa. ¿Querés coger? No. Entonces no me importa, yo sí. ¿Ah, sí, querés coger?, entonces programemos encuentros semanales, yo qué sé. Tal vez sea lo único que él quiere, pero a mí no me suena. Me suena a otra cosa, a sentirse que sigue dominando la escena, no sé. No me suena a amor lo suyo, como no me sonaba el año pasado. A la idea que tengo del amor, que no sé si es la acertada. Pero es mi idea. Algo así como no interesa mucho lo que vos quieras, si total tenés mi amor. Con eso te tendría que alcanzar y sobrar, qué más querés. ¿Querés hacer tu vida? Bueno, está bien, pero amame. Y que no haya nada más importante que yo, en ningún momento. No quiero llorar, pero no puedo evitarlo.