Salí a la luz. Todo encandila. Se ve poco y nada, y es fascinante. Ver poco y nada, que no haya certezas, reine la confusión. Atrévete a las cosas poco claras, me acuerdo, y me emociono. Y me presto a las cosas poco claras. Me lleva Martín. Suave, dulce, más chico. Le gusto. Pero no es amor. Lo sé antes que él, y así él se entera. Es bastante extraño cómo sucede esto, pero me cuesta mucho engañar. A Martín y a cualquiera. Que nadie se dé cuenta de que estoy mal, de que estoy bien, de que estoy desesperada por un hombre o ansiosa porque llame una amiga. Para mí otros lo consiguen. Pero Martín me dice que no es así, que por lo general la gente está tan metida en ella misma que no se da cuenta de qué le pasa al otro. Me gustó mucho eso, obvio, demasiado. Y Martín se di cuenta. Entonces se retrae, empieza a evitar ese tipo de razonamientos, de cosas pensadas hace ya rato pero que ahora consigue ponerlas en el momento y lugar adecuado; una especie de estudio inconciente para habilitarlo a mí, que sé que le gusto, aunque no le gusta tanto mi trabajo ni mi profesión, y se nota que espera y va en busca de un mundo que no le puedo dar. Menos con hijos, que todavía no se enteró porque no me animo, y ay lo mal que hice! Debería haberle dicho, aunque sea de la chiquita, ponerla ahí, en el medio, como quien no quiere la cosa decir a mi hija le encanta que la peine; una boludez por el estilo que si es ésa y dicha así, como quien no quiere la cosa, lo habría espantado. Menos mal que no dije nada, de haberlo dicho así no habría cogido. Y lo bien que me hizo coger. Sentir de nuevo con las esperanzas desvanecidas esos músculos totalmente desacostumbrados, hoy doloridos por el esfuerzo al que no estaban acostumbrados. No lo puedo creer, no lo puedo creer!, no lo puedo creer!!!
martes, diciembre 12, 2006
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