Aprendí una de las razones de nuestra soledad. Después de un buen rato de llanto infantil por el mundo perdido (el mundo que nosotras habíamos perdido), algunas empezamos a buscar hombre. Hombres algo chapados a la antigua, algo tipo macho, pero que reconocieran su derrota, por decirlo de alguna manera, como nosotras, al buscarlos así de nuevo, reconocíamos. Tengo bronca pero quiero evitar el juicio, así que no les diré idiotas, y tendré en cuanta que a veces las circunstancias hacen reaccionar con delay. No quiero exagerar, pero en la cara de N vi algo. En sus ojos vi más; cuando no me miraba y lo miré. Vi algo que me decía que él también algo había aprendido, descubierto sería mejor decir. Estaba descubriendo que estaba bien dejar un poco la infancia de lado, sobre todo la parte del capricho y el deseo a cumplir a rajatabla, como si fuera el único, como si la felicidad tuviera que ser prefrabricada o no ser. Casi soy capaz de jurar que vi eso en sus ojos, aunque luego él me desmintiera en la cama, haciéndome gozar como hacía rato no lo hacía, ayudándome a olvidar por primera vez al señor y todo su mundo, su iconografía, su necesidad, su estupidez, las fantasías de cada tipo que aún despertaba en mí, todo para no gozar él, o no pudiendo hacerlo pese a mí, que sin necesidad de dedicarme sentía que lo podía hacer sentir, olvidar, revivir, tomarle la mano para entrar de nuevo al mundo, al mundo nuevo que duró menos que una ilusión. Acaso ni eso quede.
martes, mayo 20, 2008
Regreso al viejo mundo
N me enseñó algo nuevo. Mejor dicho aprendí. N se apareció como los tipos que te enseñan cosas contra su voluntad. Hasta el otro día no era así. Era un tipo nuevo que me pedía que volviera al mundo. Y yo, tonta (porque las chicas siempre nos decimos así cuando algo no nos sale como empezamos a soñar, pensando que por soñarlo ya tenemos derecho a adquirirlo y que si no lo adquirimos somos tontas por soñarlo), pensé que me hablaba de una vuelta al mundo pero a un mundo que por el simple hecho de que había pasado el tiempo ya no era el mismo del que me había ido.
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