A los 40, nuestras madres hacían el esfuerzo para soportar las consecuencias de lo que habían sabido conseguir. Nosotras debemos esforzarnos para conseguir algo, entregar ingenio y dedicación sin tiempo para pasar con él, sin posibilidad de besarnos apenas tenemos ganas, de cogernos, de decirnos esas cosas al oído que tanto nos calientan. Porque podemos tener el sms, y calentarnos mucho, incluso masturbarnos, pero no lo vamos a poder ver de inmediato, no vamos a tener eso tan hermoso del enamoramiento que es disponer del tiempo a voluntad, incluso de parar el mundo si es necesario por estar un minuto con él.
sábado, mayo 24, 2008
Cansancio
Hasta no hace mucho las madres decían que el amor necesitaba esfuerzo. Sacrificio, también decían otras, menos. Nosotras, los que entendimos que nos podíamos dejar estar si pretendíamos que ellos nos siguieran deseando cuando perdiéramos el encanto de la juventud, entendimos que el esfuerzo, el sacrificio, no era el que ellas nos decían, incluso que no hacía falta. Establecimos reglas claras y precisas de qué deberían hacer para tenernos, y la libertad de la píldora primero y de la cultura después, nos permitieron hacer, como dice esa propaganda de Cortoon Network, lo que queremos. No entendimos, más bien lo hicimos de grandes (y no todas) que el esfuerzo igual había que hacerlo. Otro, no el que mamá nos dijo. Uno nuevo, producto de nuestra propia acción: no evaluamos que ellos igual se irían, o nos cambiarían, y que entonces al esfuerzo de mantener el amor habría que sumarle el de obtenerlo. No calculamos que si todas hacíamos lo que queríamos, entonces para ellos la oferta sería mayor, y las oportunidades de dejarnos más abundantes. Como solía decir alguien que escucha en la radio, nos quedamos solas en Palermo tomando una lágrima (bebida que nos pinta mucho más de lo que pensamos, pero eso otro día). Palermo primero, San Telmo después, después todos los Palermos, más tarde Villa Urquiza y así copamos la Capital Federal. Solas, pretendiendo que no nos interesaba, la muestra más palpable de que nos interesa un montón. Hastía cuánto nos interesa. Ahora que luego de las diabluras que conforman el viaje interno de rigor, esa larga caminata por el desierto, vuelvo a poder encontrarme con alguien, resulta que hay hijos, compromisos previos, trabajo, obligaciones, edad; cuesta mucho andar cual impune adolescente por la calle dándose besos, abrazándose, tocándose y soportar las miradas sin hesitar, haciendo caso omiso a la vergüenza, suponiendo que cualquier vergüenza vale la pena por lo que recibimos a cambio y disfrutar, concientes de que sólo es por un rato, de la oportunidad del amor, que no es más que la oportunidad de ser feliz.
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