martes, abril 15, 2008
Dolores
Tal vez no fue que el tiempo cambió si no que nos equivocamos. Seguro las dos cosas, pero cuesta mucho discernir cuánto de cada una. Cuando la vi por primera vez dije, en chiste, que cuando fuera grande sería como ella. Ella era más chica, pero no mucho. Me gustaba más que Deborah, hermosa, pero muy moderna. Dolores daba el tipo justo. O al menos El Rayo demostraba que buenos productores de televisión podían hacer de alguien apenas ducho un ser competente. El mundo se ampliaba. No hacía falta un background tan importante, un pasado que permitiera plasmar un presente de éxito copado. De alguna manera era mi aliciente, venida de un barrio pobre aunque yo nunca lo hubiera sido, esa cosa que el barrio te impregna por los poros siempre se me notó, y apenas pude ser la chica fina que soñé de chica. Dolores, La Barreiro, era más que una ilusión, era esperanza. En unos minutos abre el programa de Tinelli. La veo con Catalina, que casi ya es Cata y quizás nunca más Dlugui, y no puedo dejar de pensar que algún día quise ser como ella, que ella simbolizaba mi sueño de futuro y que ahora es eso que veo en el televisor, los labios inflados, la mentira fácil sin el mínimo pudor porque se le note, y yo del otro lado, sin consumar la esperanza, con un presente más que triste y una ilusión que no aparece, preguntándome dónde estuvo el error, si hubo error, y si todo no se ha vuelto tan pero tan inmanejable como en aquel viaje mágico hace muchos años en el que el señor, mi señor, preguntaba mientras cruzábamos en micro San Pablo: ¿cómo hacés para gobernar todo esto?
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