Hace tiempo que no reprocho a nadie. A nadie que no sean mis hijos, claro. Pero esos reproches no cuentan. Cuentan los que extraño. Los que me hubiera gustado decirle a N que despertó una ilusión que creí que no tenía, y que acaso por creer no tenerla la tengo y en demasía. Contando los últimos años con el señor, me da vergüenza decir cuánto hace que no recibo ese cariño que se da por placer, que se da simplemente por el placer que da ser partícipe de la felcidad ajena. Demasiado tiempo como para recordarlo y describirlo con exactitud. Pero N despertó la ilusión. La necesidad todo lo puede. Incluso lo que se piensa que jamás se hará. El problema es que hay necesidades que son tan pero tan necesarias que sólo gente como N puede hacerlas venir de allá atrás, del último plano, para ponerl adelante. El problema es la necesidad, claro. Y la necesidad se suple satisfaciéndola, o volviéndose una miserable. Tanto esfuerzo por no ser miserable que cae cualquier N y despierta la ilusión.
Prometió llamar y no lo hizo. Y yo, por eso de que por qué hay seguir el sentido común, siempre mezquino, o el instinto, siempre protector de sí mismo, conservante del egoísmo que nos vuelve hacia adentro y no aleja de la posibilidad de compartir, llamé, violando el precepto que las chicas sabemos que no tenemos que desobedecer, porque en cuanto lo hacemos quedámos automáticamente en posición adelantada. Y a los chicos no les gustan las chicas adelantadas. Y entonces tal vez el problema sea que no reprocho.
lunes, noviembre 05, 2007
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1 comentario:
sos demasiado lúcida, eso pasa, lucy
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