Hacía mucho que no lo hacía. Me lo regalaron, y un poco harta de mi estado de nada, fumé. Me dio por caminar. Y caminé. No mucho, pero me pareció un montón. Creí que estaba en otro barrio, pero seguía en el mío. Parecía que conocía a todos, y que un poco todos me conocían. La gente me miraba de otra manera. Bah, me miraba. Y yo la miraba como siempre pero mejor. Bah, lo que todos saben de cómo se mira, mejor dicho, cómo se ve, cuando se está fumada.
Me pareció linda, yo qué sé. Estaba así, podía ver chicas de otra manera. Sin fijarme tanto en qué usaban y cómo les quedaba y si a mí me podía quedar igual, sólo apreciar su belleza. Me acordé de la canción de Virus y me reí: esas cosas no me pasan a mí. Pero cómo me gustaría que me pasaran. Entré al gigantesco local de ropa popular pero seguí de largo, hacia donde estabana los zapatos. Una mierda. Y un mirada. Sólo caminé, agarré una y entré al probador. Tenía la mirada, estaba segura. Así que tarde. Tardé más de lo que la prenda necesitaba. Y ahí me asomé para ver si seguía mirando.
El te puedo ayudar en algo me tiró contra el espejo. Me preguntó si estaba bien. No contesté. No estaba asustada, no me reía, quería que entrara, pero no lo sabía. Entró. Yo en bombacha. Se agachó: te ayudo. No le contesté. Seguía así, en un no estado. Algo latente que no se sabe bien qué. Me agarró la mano y se la puso en la entrepierna. Estaba húmeda. Mi anular y mi índice tuvieron una de sus mejores experiencias: sintieron la humedad convertirse en líquido excitante. Su cara parecía de porno, pero era real: le encantaba. Me besó. Me encantó. Para mí fue un minuto de besos sin lengua, pero en realidad fueron menos. Y después con la lengua. Cuando puso su anular en mi concha sentí que también estaba mojada. Con poco me hizo acabar como hacía rato no lo hacía. El ahogo me sacó del éxtasis: ella me tapaba la boca con fuerza, yo no me escuchaba. Después dijo shhh, shhh, linda, hermosa. Sos divina. Y yo sonreí.
Escuché una voz de autoridad, y empecé a hacer ruido por el esfuerzo de levantarme de golpe y salir lo más pronto de ahí. Me abrazó fuerte, me tranquilice un poco, me dio un beso en la boca re dulce, se puso el dedo como la enfermera y dijo: una clienta que le bajó la presión. La voz de autoridad se fue. Tomá, llamame, me dijo con mi celular en la mano: Gisella, decía.
Estás mejor? Sí, sí, dije mecánicamente. Querés un vaso con agua? No, no. Bueno, tomá este sobrecito de azúcar, que te va a ayudar. Y llamame, agregó en secreto.
jueves, julio 05, 2007
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1 comentario:
grosso comeback, lucy.
hoy a la noche sueño con vos
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