Me fui a emborrachar. No quedaba otra. En realidad sí, pero después de la noche de llanto llamé a Sofi y se lo conté. Se lo conté entre tragos directamente, en Bizarro. Por suerte no había mucha gente, y menos tipos. Aunque un boludo se nos puso a mirar. A mí me miraba. Pero como sin mirarlo no entendió, lo empecé a mirar para que se acercara de una vez por todas y le dijera que no, que quería charlar con mi amiga y nada más. Por suerte Sofi tiene auto, y la vuelta no era un problema. Se la bancó lo más bien, y encima pagó todos los tragos, una máquina, como decía el señor cuando yo lo conocí y su estilo de me como el mundo que no podía sacarse el barrio de encima me enloquecía, me mojaba toda, literalmente. No miento. Cómo me mojaba. Cómo me mojó hasta el final, cuando en medio de las peleas nos acercábamos para parar el daño y lo sentía toda, imaginaba cómo me entraba y esa presunción de orgasmo me hacía gozar como loca, como no había gozado durante años, donde todo era subir y bajar, subir y bajar, pero no permanecer como esas veces, sin bajar nunca, sólo cuando me la sacaba y la falta de calor me relajaba a mí también.
Sofi escuchó todo, preguntó poco. Creo que no hacía falta. Me llevó hasta la cama y me ayudó a desenudarme, hizo casi todo. Se ofreció a quedarse a dormir pero le dije que no. Para qué. Quiero estar así, destrozada, sufriendo por verlo lejos, sin posibilidad de reconexión alguna, poniendo un límite infranqueable a toda posibilidad de reencuentro, y sufriendo todavía más por la manera en que estableció este nuevo estado de cosas. Sé que hoy no te morís si te agarrás el bicho, como decía aquella amiga que dejé de ver por él, una guasa, sí, mas bien una bruta que hubiera ido mejor arriba de un camión que como manicura, pero que tenía esa cosa de no poder medirse que no daba posibilidad de que lo que había dicho significaba lo que había dicho y nada más. Hasta su nombre confundía: Dani, si una no la veía no sabía que era una mina; hablando por teléfono, si se había presentado como Dani, te la podías confundir.
Pensé que ponerme en pedo me liberaría de algo, aunque sea cambiaría el lugar del dolor. Pero no salió del pecho. Una tonelada. A veces siento que me voy a caer de espaldas.
jueves, agosto 17, 2006
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1 comentario:
uh loca vos sos de esas mujeres histericas que te miran y despues no te dan bola? hacen de este mundo un lugar cada vez peor
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