domingo, agosto 09, 2009
Bendición
domingo, agosto 02, 2009
Federer
Aún no podemos dimensionar la grandeza de Federer. El más top ten de todos los top ten que ha tenido la era profesional es un tipo más bien mediocre en sus gustos y preferencias: su mujer lo demuestra. Pero no es el sucesor de Homero Simpson. A Dios gracias, lo mal que nos ha hecho ese hombre, de quien molestaba no su mediocridad sino su falta de sueños. Federer es de gustos y preferencias mediocres, y de sueños inconmensurables. Un hombre que a su manera anticipó el mundo de los 2000, empezados con la voladura de las Torres Gemelas. El tipo que juega a lo que hay que jugar, no a lo que quiere o sabe hacer mejor. Un tipo que se acopla y se amolda a la circunstancias, no el tipo que las impone. Nunca hubo un número uno así. Todos impusieron su juego. Hicieron de su habilidad el arma con la que doblegar al rival. Y ese talento superlativo le valió el amor de modelos y princesas, de tenistas y actrices. Era un tiempo que premiaba el talento porque lo admiraba, en esa cosa casi nazi de superioridad étnica. Ahora está Federer, un feo que ni siquiera es lindo. No le hace falta. No lo busca. No es lo suyo. Entre los números uno hubo más o menos lindos, más o menos simpáticos, más o menos jodidos, más o menos perversos, algún que otro diabólico. Federer no parece tener nada de eso, pero sabe cómo hacerse de eso si es necesario. Un nuevo tipo de genio: puede ser bello como Nadal, caballeresco como Rodick, perverso como Djokovic, diabólico como Murray, tonto como Del Potro. Pero nunca nada de eso lo definirá. Acaso esto sea la androginia. Y está por tener un hijo